El primer beso, tu primer trabajo, la primera vez con tu chico, el día que dejas de vivir con tus padres…hay momento vitales que permanecen marcados profundamente. Uno de los inolvidables, de los especialmente mágicos, es el de la espera de un hijo. Cuando por fin nos quedamos embarazados de Antón, nuestras vidas cambiaron en el momento justo que vimos el positivo en la prueba: sentimiento de alegría desbordada mezclada con una gran sensación de responsabilidad…esos sentimientos encontrados que decidimos volver a experimentar tres años después, cuando decidimos darle un herman@. Ya con la experiencia de un hijo, parece que lo que nos depararía otro embarazo, no nos cogería ya de sorpresa. Pues estábamos totalmente equivocados. Nunca olvidaré ese día en la consulta, a la que acudí sola… ¡inocente de mí! La ginecóloga pone cara de circunstancia ante la ecografía y exclama: “¡uuuuy…que son dos…!” Mi cara debió ser un poema…estaba convencida que era una broma…hasta que veo a mis invasores, allí, plantificados…le pregunté si era una inocentada de esas, de cámara oculta…pues no.
¡Hala! ¡familia numerosa! superados el shock inicial, mentalizados, el embarazo se desarrolla con total normalidad, y a término, en un parto sin ningún tipo de complicación, nacen Mariña y Xián. Recuerdo que según se acercaba la fecha de parto, nuestros miedos y las dudas sobre cómo gestionarnos con los tres aumentaban. Pues es ahí cuando empezamos a plantearnos el uso de portabebés. ¡Y menos mal! ¡Nos ha facilitado muy mucho el desplazarnos con los tres! Sobre todo a mí, que paso mucho tiempo sola con ellos.
El uso del portabebés mes ha permitido solucionar lo que más me preocupaba: poder atender a mi hijo Antón, dejándome las manos libres para poder jugar con él, en casa, en el parque…y poder llevarlo al cole, ya que por las mañanas estaba yo sola con los tres. Tenemos silla gemelar, y la usamos, es muy manejable…pero son 13kgs que hay que cargar y descargar en el maletero. Y el clima de Galicia tampoco ayuda. Si ya de por sí es una odisea montar a 3 criaturas en un coche…con lluvia todavía se complica más la cosa. Con la mochila, sólo necesitaba una silla individual. ¡Fue mi salvación! ¡Eso sí, éramos el centro de atención!
Para hacer recados cortos, o un sube baja del coche, usamos dos mochilas, el papá lleva a uno y yo a otro. El mismo sistema utilizamos para ir al súper, al médico, a casa de algún familiar/amigo…cuando no queremos cargar con la silla gemelar. De hecho, aunque llevemos la silla, siempre llevamos con nosotros los portabebés, por si acaso.
Con la mochila podemos llegar a sitios con los que la gemelar lo tendría difícil, como pasar por un lugar muy concurrido, si ya con una silla es complicado, pues con una doble es casi misión imposible. Cada uno con la mochila y no hay evento, acera, ascensor, monte, playa, río… que se nos resista.
Recordad el poco tiempo libre que te deja un bebé… pues multiplicad por dos. Con un niño en la mochila no hay tarea doméstica que se nos resista.
Los dolores de espalda que tuve con Antón no los tuve con ellos, a pesar de ser dos niños, y de tenerlos encima la mayoría del día, o a uno o a otro. El peso se distribuye mucho mejor sin sobrecargar los brazos, las caderas o las lumbares. ¡Adiós fisioteraperapeuta! No me he atrevido a portearlos a la vez, que es una opción que he visto en otras familias, pero así nos apañamos fenomenal.
Lo que más me gusta…es tenerlos tan pegaditos a mí, achucharlos, sentirlos…es mi manera de recuperar ese tiempo individual que a veces me falta.
Y así ya vamos casi 9 meses… ¡y los que nos quedan porteando!
Espero que mi experiencia sirva a otras mamis 🙂
Laura