«El porteo de prematuros nos cambió la vida«
Prematuro significa que ocurre o sucede antes del tiempo que se considera habitual o necesario.
Prematuro es una palabra que asusta si estás embarazada.
Benito, fue prematuro.
Y así, después de intentarlo en la semana 30, decidió que 34 eran suficientes y que no quería esperar más para ver mundo.
Rápidamente entendí que no podía haber sido diferente, tenía que ser así. Un lunes de marzo y no un viernes de mayo como estaba previsto.
Nada más nacer Benito me lo pusieron en el pecho, los dos desnudos, calentitos. Fueron tan solo 5 minutos, probablemente los más felices y fugaces de mi vida, era tan minúsculo que en seguida se lo llevaron para hacerle pruebas y meterlo en la incubadora.
Viví el desconsuelo de dejar a mi bebé de tres días y 1.820 kg. solo en el hospital y volver a casa con la barriga y las manos vacías. Por suerte ahí estaba Julen para sostenerme.
Solo dejábamos el hospital de 00:00 a 05:00 de la mañana para llegar a la toma de las 06:00. Creo que no nos recuerdo tan cansados.
Vivir el inicio del posparto y la subida de la leche en una silla de hospital sin poder estirarte a ratitos es muy duro: los puntos, las tetas apunto de estallar, el agotamiento, la falta de sueño… pero separarme de Benito era peor, os lo aseguro.
Mientras estuvo ingresado en el hospital hicimos piel con piel cada día todas las horas que pudimos. Es una sensación maravillosa.
Evidentemente en el hospital estuvo “de lujo”, calefacción 24 horas, pulsador de servicio de habitaciones y atendido por profesionales que ante todo pusieron el corazón y la comprensión en cada duda que tenía y en cada pregunta que les hacía, igual que en los cuidados de Beni.
Salimos de allí en tan solo 12 días. Tiempo suficiente para sacamos un máster de “primeros cuidados del bebé para padres primerizos”. No todo iba a ser malo. Aprendimos a coger al bebé, cambiar pañales, asearlo, curar el ombligo, que la primera caca se llama meconio y todo está bien y no es que nuestro bebé haya comido alquitrán…
Cuando por fin nos dieron el alta y llegamos TODOS a casa tuve la sensación de “sueño cumplido”.
Eso era lo que quería y esperaba que pasara desde el momento en el que me enteré que estaba embarazada.
Cuando por fin llegamos todos a casa comprendí que yo, llena de miedos, inseguridades, preguntas, culpa… no estaba preparada para algo así ni física ni psicológicamente pero pasó y fui yo la que se convirtió en madre prematura y no Benito, porque él llegó con toda la fuerza, todas las ganas y toda la vida.
Cuando llegamos a casa lo primero que hice fue comprarme un fular elástico. Benito necesitaba calor y mi pecho era el lugar perfecto. No sabía ni cómo se colocaba, ni si el bebé podría respirar ahí dentro pero me pareció una buena idea lo de ser mamá canguro.
Fuimos a asesorarnos, preguntamos el qué y el cómo de todo. Al principio me pareció complicado y me daba algo de miedo, no os voy a engañar: que si la tensión del fular, los nudos, el bebé ahí colgado…
Recuerdo aquella tarde perfectamente.
Yo, delante del espejo, con más tela que bebé y Mar diciéndome: «lo estás haciendo genial, ya verás lo bien que os irá». Entonces no lo sabía pero ya os puedo decir que, desde aquella tarde, el porteo de prematuros nos cambió la vida. Además de dotarme de manos 🙂 Benito quería brazos todo el tiempo (y es normal!) y así podía descansarlos llevándolo encima. Todos ganamos.