Quién soy
Me llamo Agnès, tengo 31 años y soy madre de una niña preciosa.
Nunca fui de las típicas niñas que tenía claro que quería casarse y ser madre, de hecho, yo no jugaba con muñecas ni a mamás y papás. Fue al conocer a mi pareja que quise formar una familia, quería que él fuera el padre de mis hijos.
¡El día 31 de diciembre de 2016 supimos que Lia estaba de camino!
Estábamos muy felices ya que era una niña muy esperada, pero allí empezaron mis dudas…
Cuando estaba a punto de cumplir 3 años, tuve la varicela y (no se sabe el motivo) hice una púrpura fulminante que provocó que me amputaran las dos piernas por debajo de las rodillas. He llevado una vida muy normal y he hecho siempre lo que he querido. Mi familia nunca me trató como si fuera diferente, especial ni con cautela y eso me hizo fuerte. Yo soy muy payasa y siempre me he reído de mí misma. ¡Creo que esa es la clave para todo en esta vida!
Las dudas de la primera vez
Lo primero que le pregunté al ginecólogo (¡aparte de si podía comer fuet, me dijo que si! Jejeje) es si había ayudado a dar a luz a alguna mamá amputada. Me dijo que no, pero ¿qué importaba eso? Tampoco estaba asustada, pero no sabía si daría a luz con las prótesis, sin ellas, en qué postura… Él me dijo que hay miles maneras de parir que ya vería yo lo que necesitara hacer en cada momento. Me dio mucha tranquilidad ya que él era un hombre muy «pachamama» cómo digo, y yo también así que me encantó.
Tuve un embarazo muy bueno, pero a medida que iba avanzando, caminaba peor. ¡Era un peso añadido al que yo no estaba acostumbrada! El eje de gravedad de mi cuerpo iba cambiando… Desde un principio pensé que el final del embarazo lo pasaría en silla de ruedas, ¡pero no fue así! El cuerpo es muy sabio y me adapte perfectamente al peso y a la postura.
Al ver que todo fluía en su curso las dudas que empezaron a surgirme fueron otras. ¿Qué pasará después? ¿Seré capaz de salir a pasear con la niña y el perro sola? ¿Hacer la compra con el cochecito y todo el follón? ¿Seré capaz de portear a mi hija? Supongo que como todas las madres. Pero yo lo enfocaba más a mis piernas, a si darían de sí todo lo que necesitaba. Yo soy una persona muy independiente y aunque mi marido siempre está allí para todo, necesitaba saber que yo sola podía.
Aprendizaje, empoderamiento, y porteo
Me encanta portear, es una sensación tan… no sé, de paz, calma, conexión con tu hija, cuando me mira… me enamoro cada vez. Es cierto que cuando porteo por la calle necesito un apoyo extra (el carrito) ya que a veces al tener tanto peso delante del cuerpo, puedo perder el equilibrio y me da miedo.
Aun con este pequeño hándicap, a día de hoy puedo decir SI a todo. Las mujeres somos fuertes, pero creo que hasta que no eres madre no sabes realmente lo fuerte que puedes llegar a ser, todo lo que eres capaz de hacer. Sí que es cierto que me canso más rápidamente. No porteo todo lo que me gustaría y no sé hasta cuando podré hacerlo (espero que mucho) pero eso ya se verá.
¡La vida es un constante descubrimiento y aprendizaje!